Re-Encuentros.

In my life, Ben Lee

Llevo un mes y algo de reencuentros.

(Lo cual es mejor y más barato que comprarse un deportivo rojo).

Dicen que es cosa de la edad. Que nos ponemos nostálgicos. Y buscamos con vehemencia nuestras raíces. Nuestro primer yo. La época feliz.

La verdad, no se por qué se hace. Pero eso se hace antes. (Lo cual es imposible).

La vida va deprisa antes de los 35. Vivimos como si nunca fuera a acabarse.

Entonces éramos los jóvenes de los que hablan los telediarios. Sin futuro. Pero ¿y qué?.

Ahora, con casi 38, una se para más. (Sí, incluso rodeada de niños corriendo y gritando). Haces instropección. O no. Puede que sólo se busque la manera de retroceder. Revivir la infancia, la adolescencia. La más absoluta felicidad.

No es que ahora no seamos felices. Es que antes eso fluía naturalmente. No había que analizar.

En esos encuentros te miras al espejo. Ves cómo eras. Y cómo eres. A veces sólo hay una pequeña diferencia. Otras, en cambio, percibes un gran salto.

Te ríes como una cría. Y de repente, recuerdas cosas. Agradables. Divertidas. También frustrantes.

All these places have their moments
With lovers and friends I still can recall
Some are dead and some are living
In my life I’ve loved them all

Pero todo tiene un halo especial. El de las cosas que nunca vuelven. Las que están ahí, en tono sepia, para siempre.

Y cuando hablas de ellas, y las compartes, se colorean con nuevos detalles. Para volver a guardarlas, después, más vivas que nunca.

Tampoco voy a menospreciar el presente. Me siento fuerte en él. Menos vulnerable. Más firme. La experiencia, dicen.

Y pienso vivirlo intensamente. Sin renunciar a nada. Hasta que se acabe.

A veces miro a mis hijos desde esta perspectiva.

Y es de las mejores.

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